28.7.11

Seguramente a muchos más

Como era previsible, sin embargo no del todo evidente para mí, en eso que muchos llaman 'vida' hay que caerle bien a alguien. Para que los planetas estén alineados, se den 'x' circunstancias que nos favorezcan de una u otra manera, indefectiblemente se tiene que dar esa situación: entrarle en gracia a un ser.

Desde el vecino, pasando por el almacenero y el tipo que está de seguridad en la carnicería, hasta lo más alto de la jerarquía de una institución o empresa, tenés que congeniar de alguna forma con un individuo para que no te jodan en demasía o te 'favorezcan' de otra manera. Porque "el evangelista" -que vive al lado- seguramente pensó que necesitaba anunciarse como nuevo vecino (dale, decime un puto sinónimo de ve-ci-no!) para empezar con el pie derecho lo que pudiera ser un vínculo de años. A menos que uno se tome el palo, claro.

Y el dueño del almacén de la esquina, con eso de la inseguridad ¿vio?, mira a todos los que entran con desconfianza. Pero después de ir varias veces, y no solo habiendo abonado lo requerido, ya cambia el tono, se predispone de otra manera. Pero sigue tardando una bocha en atenderte y tiene siempre sintonizado TN, negando la existencia de otros canales, mejores seguramente. Bueno, ¿algo es algo no?


En fín, de alguna manera hay que caerle bien a alguien. Y dentro de ese contexto lo mejor es no entender por qué sucedió. Como esas amistades o relaciones cada vez más estrechas que -justamente- con el correr del tiempo se van haciendo más fuertes sin comprender del todo cómo fue pasando. Pese a sentir que no hay demasiadas cosas en las que se coincida y que las reuniones sean esporádicas y el diálogo no sea lo más constante que uno quisiera. Como verlos conectados en el msn y no darles bola o esperar que los otros te envíen un mensaje.

Seguramente este planeta -a falta de conocer otros, sino los incluyo sin más- está lleno de personas que le caen bien a otras. Claro que también estamos los que no solo no cabemos en esa categoría sino que además no nos preocupa en lo más mínimo. Hasta que nos convencemos que por esa puta tragedia de sistema, cuanto más viejo más de depende de terceros. Como consuelo poético, las redes sociales nos permiten mandarles un #putostodos sin mencionarlos claro.