¿Será que todos esos boludos que van
a la playa a patear una pelota entre las personas en pleno enero no
sabrán hacer otra cosa? ¿Tan complicado será entender que teniendo
el mar a escasos metros pueden meterse? O, que como mínimo disponen
de un par de kilómetros para “jugar” a la pelota lejos de los
que están trancas en una reposera.
Y no. No se trata de incipientes niños
que buscan pasar el rato bajo los rayos del sol marplatino sino más
bien de jóvenes creciditos que, para el mal de los presentes, no es
que atinan a certeros pases sino a buscar la altura de alguna nube.
Ciertamente no servirá de contenedora de la redonda que cae a su
merced y a la suerte de los que quedan debajo de ella tras la
preciada parábola. El posterior y obligado pedido de disculpas no
alcanza a reparar la insistente molestia a varios de los presentes. ¡Cuántos mundiales tendríamos si esos pibes mostraran sus habilidades en el verde césped!
*Expresión que escuché en alguna ocasión.
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