23.12.11

Grietas

Es todo un hecho. La sensiblería propia de esta altura del año invade las calles. Con más o menos días de extensión, llega para quedarse. Llantos, congoja, ojos vidriosos, nudos en las gargantas y peores características. No hay voluntad que posibilite erradicar esas sensaciones a fin de año. Si bien es un yerro generalizar a partir de hechos particulares (recurso barato si los hay), a gran parte de los ciudadanos, con seguridad, les pasa.

Aquellos a los que no nos invade la necesidad de hacer un drama la transición de un año a otro, nos vemos privados de tener el tino de saber cómo reaccionar. Los síntomas son claros y evidentes (incluso esa persona los detalló en un e-mail), sin embargo los pasos a seguir no. Y si es alguien conocido, que no llega a ese #tocuen llamado "amistad" pero que despierta el interés por el que esté bien, el grado de ofuscación es elevado. No resulta apresurado sostener que era un tanto evidente una reacción de esas, ya que generaba la sensación de ser un individuo propenso a las lágrimas ante algún contexto adverso -por calificarlo de algún modo, al no tener la certeza del detonador-.

Síntesis

Además, seguramente al estar lejos la posibilidad de ser íntimos en alguna de las acepciones que pudiera llegar a tener esa expresión, tal vez ni siquiera se deba al momento de decirle adiós al veinte-once la crisis. Pero que algo le generó ese "ánimo por el piso", las ganas de no "hacer nada" y "0 ganas de hablar con nadie" no hay dudas. Me causa malestar que mi nula predisposición para con varias (con la gran tentación de decir todas) personas me haya privado de conocerla un poco más. Casi que cuatro años viéndonos en diferentes contextos, y si alguien dice que recién nos conocemos no se equivocaría. Debe ser el caso en que más sé checando su facebook que por charlas.

La lista de pendientes se hace cada vez más larga. Que se termine el año.